La culebra de herradura (Hemorrhois hippocrepis) es amante del calor y de los lugares pedregosos. Frecuenta espacios abiertos y soleados, rocas desnudas y formaciones de matorral bajo, pero también es posible observarla en terrenos agrícolas, viñedos, proximidades de ruinas y otros lugares ligados al ser humano. Esta culebra que puede llegar a los 90 cm de longitud es totalmente inofensiva y preferirá esconderse de tu presencia cuando te la encuentres. Si alguna vez tienes ese privilegio, contempla el diseño corporal tan bonito que tiene, formado por una serie de manchas oscuras subcirculares que se van haciendo cada vez más pequeñas hacia la cola.
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La culebra bastarda (Malpolon monspessulanus) es activa, ágil, rápida y vigorosa. Este pedazo de «bicho» que puede llegar a superar los dos metros de longitud en edad adulta puede imponer mucho si te la encuentras en un paseo campestre. ¿Pero y si te dijera que lanzarse a tu yugular es lo último que querría en el mundo? Son capaces de detectar nuestra presencia a más de 30 metros y si lo hacen, se esconden rápidamente. Acorraladas, aplanan el cuerpo para intimidar, ensanchan el cuello y silban intensamente. Los colmillos que inoculan el veneno se encuentran al final de la mandíbula (opistoglifas) con lo que necesitan enrollarse sobre sus presas (roedores, gazapos, lagartos, etc.) para ganar tiempo e inyectarles el veneno, un veneno inofensivo para nosotros que, en el accidental caso de mordedura, solo produce afecciones locales y síntomas menores que se quitan al día siguiente con antihistamínicos y corticoides.